La psicóloga y terapeuta gestalt Polina Gaverdovskaya escribió un artículo acerca de las personas calladas y desapercibidas, que viven y funcionan a nuestro lado pero puede que ni siquiera te des cuenta cuando no están.
— Entre mis clientes a veces hay personas invisibles. En realidad, por supuesto que son visibles. Pero no en la misma medida que los demás. Si no las invitas a pasar al consultorio, se quedarán en la puerta para siempre. Si no les ofreces un vaso de agua, nunca te lo pedirán. Se sientan en mi sofá y, por lo general, no alcanzan el piso con sus pies. Por lo tanto, a menudo se sientan sobre sus pies. Si les preguntas: “¿Estás cómodo?“, te responden: ”¡Oh, sí!“. Y si les preguntas media hora después: “¿Puedes sentir tus pies?”, te dirán: ”Oh, ya no“, pero aún así no bajarán sus pies al piso. Se sentarán en posición flor de loto. Este tipo de personas ”se doblan" bien: en cualquier postura, en posición fetal. De ser necesario, parece que pudieran caber en una maleta.
Si les ofreces todo tipo de cosas: una taza de té, una frazada, sentarse cómodamente, usar cojines entre la espalda y la pared para no tener frío, siempre resulta que empiezan a sentirse mejor. Pero si no mencionas nada de lo que podrían desear, sus deseos nunca aparecerán. Como si de vez en cuando necesitaran que alguien les recuerde que existan y que puedan desear algo. Ellos mismos no están seguros de eso y se conforman con lo mínimo. A veces puedo decirles: “Tus dedos se pusieron blancos“, y responden: ”¡Oh, sí!“, y sueltan los dedos entrelazados agregando: “Ni siquiera lo había notado”.
Nunca me dicen directamente qué quieren de mí o de nuestras consultas. Al principio esto me parece extraño. Pero luego empiezo a adivinar. Desde la infancia saben bien que son un problema. Que el mero hecho de que existan es una mala noticia. Por lo tanto, la aparición de deseos en ellos es un problema doble, y lo saben bien. ¿Cómo pueden decirme qué quieren o qué necesitan? Venir, sentarse, quedarse inmóviles y desaparecer en el sillón, todo eso ya es un logro.
Una persona invisible, por lo general, domina las maneras más asombrosas de volverse pequeño y pasar desapercibido, más calmado, menos relevante. Si te cuenta una historia terrible acerca de cómo apenas sobrevivió algo, será una historia narrada en una voz apenasperceptible. Te inclinarás hacia adelante para entender mejor el cuento, y la persona, sentada sobre sus pies, con una voz extremadamente plana e indiferente hablará despacio acerca de cómo estaba sentado en la puerta de su casa en llamas y no pudo huir porque adentro estaba su gato. Tampoco podía entrar por el gato, y eso fue lo que lo salvó porque muy pronto la casa se derrumbó.
El mundo cobra conciencia, como si una ola de aire libre entrara a la habitación. Quieres moverte pero entiendes que estás sentado con la cabeza metida en los hombros como si estuvieras esperando que alguien te pateara. Te mueves un poco, te sientas de otra forma. Bajas los pies, encuentras el piso, la alfombra le hace cosquillas agradables a tus dedos.
De pronto descubres que detrás de la alegría del renacimiento se oculta el miedo. Cuanto más profundo te permites respirar, más miedo te invade. Al mismo tiempo, tu conciencia se ve atacada por las imágenes del pasado. Todas tus pérdidas y tristezas infantiles, todos tus sueños de adolescente, todos tus rencores, tus lágrimas y dolor... ahora todo está aquí. Los rostros que conoces empiezan a hablar contigo: a veces lo recuerdas precisamente en forma de sonidos (“Mi hija no puede tener calificaciones imperfectas“; ”Ojalá te sientas igual de mal que yo“; “Vete de aquí, no quiero verte”; ”Ya no eres mi hijo"...).
A veces vemos imágenes sin palabras: una luz parpadeante y sombras, el azote de las puertas, alguien viene y se va, la oscuridad de la calle con solo un farol lejano, alguien llora silenciosamente y tú sabes quién es y por qué pero entiendes que eres demasiado mudo y pequeño, que no puedes moverte como en un mal sueño. El miedo te paraliza y no te deja entender qué se puede hacer. Si no retrocedes y sigues mirando más profundamente en este miedo, se descubrirá lo más importante: lo más terrible ya quedó en el pasado. No te querían, no te dejaban hablar. Tal vez te humillaban o te asustaban, o incluso te pegaban, pero sobreviviste.
