Saltar desde un abismo, aguantar la respiración bajo el agua a una gran profundidad, exponerse a una radiación, enfrentarse a las más altas temperaturas, a las mínimas más espantosas… ¿Cuál es el límite del cuerpo humano? ¿Hasta dónde podemos llevar al organismo antes de fallecer?

La historia está llena de ejemplos reales que nos han permitido marcar límites o fronteras entre la vida y la muerte. Donde no ha llegado el hombre, ha llegado la ciencia. Es ahí donde los trabajos se encargan de avisar que después de esa línea está el último latido de corazón.
Para hablar de los límites del ser humano vamos a acotar el espacio. Partimos de la base de que nuestro cuerpo (sin ayudas de ningún tipo) en cualquier lugar del universo conocido, excepto la delgada línea de espacio que se extiende un par de kilómetros por encima o por debajo del nivel del mar en la Tierra, perece en cuestión de minutos.
Con eso ya hemos eliminado lo suficiente. Prácticamente todo el Universo a excepción del planeta que llamamos Tierra. Ahora toca elegir esos límites. Es posible que los primeros que te vengan a la cabeza sean las cuestiones universales que todos nos hemos hecho alguna vez. A saber: el tiempo que tardaríamos en morir sin respirar, sin comer o sin agua.
Luego existen otras divisiones, quizás más especulativas por el hecho de que rara vez se han dado registros, como pueden ser la aceleración que podemos soportar antes de desgarrar el cuerpo, o una que a mí personalmente me encanta: el tiempo que podemos permanecer sin dormir.
Todas y cada una de ellas tienen respuesta. Ya sea porque algún incauto (o héroe) se ha encargado de registrarlo, o simplemente porque las leyes de la física así lo dictan. ¿Preparados?
La altura máxima a la que un ser humano puede sobrevivir a una caída

Empezamos con la más fácil, porque es una nota que hicimos hace unas semanas. El ser humano puede morir de maneras ciertamente “tontas”, en cambio, puede sobrevivir a caídas espantosas. La primera y posiblemente más famosa de todas fue la de Vesna Vulovic en 1972.
El problema con Vesna es que tuvo “ayuda” (entre otros, el carrito), o incluso el problema con el legendario Felix Baumgartner y su caída supersónica, es que tenía un equipo diseñado para ello. Por tanto, si sacamos de la ecuación todo aquello que no implique a una sola persona sin equipo, premeditación o ayuda “divina” en forma de carritos empotrados, tenemos que remontarnos a 1943 con Alan Magge.
El soldado fue capaz, a 6 mil metros de altura, de resistir los continuos desmayos por la falta de oxígeno a gran altitud. Toda una proeza que quedará para los anales de la historia pero, ¿qué ocurre si nos lanzamos desde una altura aún mayor? Según la NASA, a más de 19 mil metros nuestra sangre no lo podría resistir. Ahí tenemos la frontera, aunque los datos son “algo” limitados teniendo en cuenta que no existen casos.
Vivir sin dormir, ¿dónde está el límite?

Dicho de otra forma, ¿cuánto tiempo podemos permanecer despiertos sin fallecer? Uno de los primeros estudios en este campo llevó a una extraña conclusión. Ocurrió en 1894, cuando la médica rusa Marie de Manaceine mantuvo a 4 perritos despiertos durante casi cinco días, momento en el que los cachorros murieron. Marie informó que la investigación fue “excesivamente dolorosa”, no sólo para los animales, sino según la doctora, para ella misma.
Dos años después, en 1896, los doctores J. Allen Gilbert y George Patrick mantuvieron a un profesor y dos estudiantes despiertos en su laboratorio de la Universidad de Iowa durante 90 horas. Desde entonces, el hombre ha ido batiendo este curioso y peligroso récord hasta 1965. El joven de 17 años Randy Gardner se convertía en la persona que ha permanecido más tiempo voluntariamente despierta, nada menos que 264 horas (alrededor de 11 días).
¿Habría muerto de seguir despierto? En algún momento sí, aunque sólo sea por las secuelas derivadas de la privación del sueño, pero no sabemos cuánto tiempo más podría haber aguantado. Lo cierto es que ningún humano ha muerto por la falta de sueño, y por razones éticas evidentes, los científicos no pueden encontrar ese punto de ruptura en el laboratorio. Por tanto y hasta nuevos datos, las 264 horas de Gardner son el límite entre la vida y la muerte.
Y si aceleramos nuestro cuerpo, ¿dónde está el límite entre la vida y la muerte?

Esta es una pregunta clásica que sólo puede responder la física. Por motivos obvios, nadie se ha prestado a ello. Sabemos que la caja torácica protege nuestro corazón de un golpe violento, pero esa seguridad es tremendamente frágil contra el tipo de movimientos que algunas tecnologías son capaces de generar. ¿Cuánta aceleración pueden tolerar nuestros órganos?
Tanto la NASA como investigadores militares han hecho grandes progresos para responder a esta pregunta. Pensemos que el propósito es mejorar la navegación y los diseños de naves.
La aceleración lateral genera una cifra en nuestro interior debido a la asimetría de las fuerzas. Según los últimos estudios, a 14 G de aceleración lateral se pueden desgarrar los órganos. Una fuerza de 1 G es la fuerza normal de gravedad que sentimos en tierra firme, mientras que 14 G es igual a la atracción de un planeta 14 veces más grande.